vendredi 12 septembre 2008

El LIBRO DEL MES


Mea Cuba
Guillermo Cabrera Infante
Título original:
Editorial: Alfaguara
Año publicación: 1991
Temas: Ensayo : Periodismo
Mea Cuba de Guillermo Cabrera Infante:
Cabrera Infante no ha dejado de intervenir -a lo largo de un exilio que comenzó en 1965- en ninguna de las diversas polémicas suscitadas desde que Fidel se hizo con el poder en Cuba, de ahí que en este amplio escenario desfilen los principales personajes de la tragedia cubana y los de su vida literaria। Aquí están todos los escritores estigmatizados: desde Heberto Padilla, al difunto Reynaldo Arenas; aquí están también todos los que por diferentes razones y con distintas actitudes se quedaron en Cuba, desde José Lezama Lima hasta Alejo Carpentier. Y detrás de todos los actores, moviendo los hilos, el máximo titiritero, Fidel, definido como un Cristobal Colón a la inversa. Humor negro en muchos momentos que relata con detalle la historia que tantas veces se ha repetido a lo largo del siglo XX, la de una dictadura que amordaza, reprime, miente y mata y la de los talentos por ella condenados en una guerra de propaganda que todavía hoy no ha terminado.

Mea Cuba proporciona interesantes datos autobiográficos de Cabrera Infante y cumplida información sobre numerosos personajes de la vida cultural y política de Cuba y del exilio। Revela además la evolución del propio escritor en lo que toca a su disidencia, que en los últimos años le lleva, ante el estancamiento de la situación cubana, a formular duras invectivas contra los políticos españoles que desde el gobierno socialista o popular han contemporizado con “la castradura que dura”, como reza el título de un artículo de marzo de 1990. En otras de sus páginas Cabrera Infante se refiere a la “Castroenteritis” como la enfermedad que aqueja a su país, haciendo gala de la reconocida facilidad para la paranomasia y el calambur que su literatura narrativa acredita. Así, junto a su lamento por una Cuba “tan lejos de Dios y tan cerca de Mefistofidel” (página 424), recuerda a “la España del opaco Paco Franco” (página 336) y al “lenin lenitivo y letal” (página 124), o menciona cómo los opositores mexicanos de don Porfirio “tenían los Díaz contados” (página 344). Este revestimiento paranomástico de su diatriba política tiene cabal reflejo en el artículo “El nacimiento de una noción”, donde no falta el referente fílmico tan caro al autor de Cine o sardina. Se argumenta allí que la literatura cubana nació en el exilio y en él tiene su éxito, para lo que el autor recurre a la imponente figura de Martí, “el más grande escritor del español del XIX”. Figura a la que vincula con la nutrida estirpe de los suicidas cubanos, a los que dedica el ensayo más extenso y ambicioso del libro: “Entre la historia y la nada (Notas sobre una ideología del suicidio)”.

JULIO DE 2004
Y sin embargo castro
por Guillermo Cabrera Infante
No existe un bloqueo de Estados Unidos contra Cuba, sino un embargo, afirma Guillermo Cabrera Infante en este texto. Lo que sí existe es el envío de dólares de cubanos en el exilio a sus familiares en la isla (cerca de mil millones de dólares anuales). Acotar esos envíos, como se pretende, sería mermar el principal —y paradójico— sustento de la revolución.
Hay un coro —o mejor un corro— que repite a menudo que hay que levantar el bloqueo a Cuba —y mienten varias veces en una sola frase. Son los conocidos de siempre, por eso no voy a repetir sus nombres pero sí sus hazañas. Por supuesto el tal bloqueo no existe. Lo que hay es un embargo. Bloqueo significa impedir la navegación aérea o marítima por la fuerza con naves de guerra, previniendo la entrada a o salida de una determinada plaza. Bloqueo es lo que hicieron los Estados Unidos cuando la crisis de los misiles. Con la amenaza contra la navegación soviética a bases cubanas bastó. El bloqueo nunca se hizo efectivo. Pero desde entonces voces amigas —y no tan amigas— responden a las consignas de Castro de que hay que levantar el bloqueo a Cuba. Ayer mismo, en el noticiero internacional de Televisión Española, su corresponsal, que funciona como un vocero castrista, volvía a repetir el sonsonete. Hay inclusive gente con las mejores intenciones que repite una y otra vez lo que es una consigna. Es gente que no se detiene a pensar lo que dice. Ni siquiera se trata de un embargo total. El ministerio de Relaciones Exteriores cubano, por boca de su vocero —y de veras es un vocero, con su boca llena de truculentas amenazas en una versión totalitaria del enano de la venta—, declara que Cuba sostiene relaciones con más de 165 naciones, y al mismo tiempo exige que se completen con las de los Estados Unidos, casi en una súplica. ¿Por qué esa insistencia que proviene de la misma boca del caballo, léase Fidel Castro? Porque Cuba trata de alterar una tesis geopolítica: la historia de Cuba no depende de la geografía. No hay más que echar una ojeada a un mapa del hemisferio occidental para darse cuenta de que ésta es una pretensión vacía de sentido. La distancia a que está Cayo Hueso de las costas cubanas —apenas noventa millas marinas— no podrá alterarla nada ni nadie: es una suerte de condena de convivencia. Pero el ministro que vocifera amenaza con la excomunión de todo cubano que recuerde el dato. "Esos no son cubanos", dice y repite en todas sus declaraciones. ¿Y qué somos entonces? Platistas. ¿Platistas, dice usted? Hay que buscar en un diccionario de cubanismos históricos para saber lo que quiere decir este adjetivo obsoleto. Se refiere a los partidarios, cubanos o no, de una enmienda a la constitución cubana de 1902 impuesta por los Estados Unidos con el aval de un tal Orville Platt. El nombre y el adjetivo fueron clausurados en fecha tan lejana como 1934, pero ahora han sido añadidos al vocabulario castrista con renovado encono. Además de los repetidos epítetos de gusanos, vendepatrias y proyanquis, hay que vociferar platista, que casi se refiere a Platero y yo, a quien como este escritor no deja de encontrar la amenaza, ya voceada antes por el ministro de Cultura, ese del pelo largo y las ideas cortas, para vaciar de contenido lo que pretende ser una obscenidad y no es más que otro chantaje histórico de los expertos en hacer callar la boca, de una forma u otra, a quienes disientan —y no tienen que ser disidentes internos. Contra éstos no hay más que esgrimir una mordaza en forma de prisión a cadena perpetua o a lo que más se asemeje. Ahora se pretende que todo el que no está de acuerdo no es cubano, "dondequiera que se encuentre". Esta henormidad —la hache es por el sonido— no sólo la ha pronunciado el ministro Pérez o Roque, sino que la han perifoneado por todos los medios de comunicación al alcance de quienes son maestros de la amenaza y el golpe bajo. Es decir, de los expertos en manejar el garrote o el premio como si dijeran la bolsa o la vida. ¿O qué otra cosa si no es la consigna favorita de Castro, "Patria o muerte"? A la que a veces se añade una coleta que dice "Venceremos", con la pretensión de que suene a convenceremos. Ahora, en un comunicado lleno de ruido y frenesí, el comandante y sus aláteres ofrecen como plata lo que es puro plomo: un puente de una sola vía. O hacen lo que decimos o los vamos a callar para siempre. El mensaje, ofrecido en medio de un fragor de las peores consignas más rancias, se pretende que suene a nuevo cuando es huevo huero. Algunos podrán decir que es seguro sonar la alarma a distancia, pero ¿lo es? Las amenazas son reales para quien ha sufrido los embates del silencio más atroz o ha sido declarado esquizofrénico después de que se ha intentado eliminarlo físicamente. La pretensión de declarar loco a quien dice la verdad no es nueva. Pero nuevos son los voceros, a quienes puedo asegurar que la insania se cura pero la contumacia mentirosa, no. Por otra parte, invocar a Martí es siempre peligroso aunque se escojan las frases. Repetir el dicho martiano "Con todo y para el bien de todos" es un ejercicio peligroso, sobre todo si se acude a las opiniones de quien, como Martí, era antes que nada un demócrata. Los autocráticos siempre suenan amenazantes, aun cuando manejan frases de democracia aparente. Todo el discurso de un tal Pérez o cual Roque dicho sin el beneficio de un punto y una coma es falaz. Ahora los mentirosos de siempre quieren mostrarse veraces, pero nunca lo consiguen. No hay más que oír, a través de la parafernalia más engañosa, que todo lo que ofrecen cuando ya están vencidos es un equivalente a decir, si me sacas del pozo te perdono la vida, que es todavía el enano de la venta profiriendo amenazas ante tanta evidencia contraria. Engañarán, sí, a los que quieran dejarse engañar. Pero todo ese discurso suena a famosas frases finales. Pero es más lo que se oculta que lo que se declara. Hay ahora un descarado movimiento para proteger los envíos —verdadera subvención— de los cubanos del exilio, recién bautizados emigrantes. La protección de los envíos de los emigrantes, todos hechos en dólares, no oculta que más de media Cuba vive de los envíos periódicos hechos para aliviar las condiciones económicas de sus parientes en Cuba, pero lo que realmente consigue es colmar las arcas del Estado con la connivencia del gobierno cubano, cada vez más interesado en recibir lo que constituye cerca de mil millones de dólares anuales —más de lo que rinde por concepto de venta de tabaco o las entradas de la industria turística, ya no tan boyante como solía. Si a eso se añade el derrumbe total de la industria azucarera —Cuba ahora importa azúcar para consumo interno—, quedan los envíos en dólares como la única entrada efectiva del Estado. Ahora los cubanos del exilio son los verdaderos sostenedores de la pretendida revolución, ya en su descrédito último. - © Guillermo Cabrera Infante 2004
http://www.cubanet.org/CNews/y05/mar05/07o14.htm
http://pscuba.org/articulos/entrevista.htm






Alonso Cueto (Lima, 1954) es uno de los narradores peruanos más fecundos no sólo por la natural frecuencia de sus cuentos y novelas, sino porque ha convertido a la clase media limeña en un espacio de exploración fluido y pasional.Para un escritor que demostró ser un adelantado discípulo de Henry James en su primer libro de relatos, La batalla del pasado (Madrid, Alfaguara, 1983), en los que con elegancia y precisión capturó la vida casual y mundana de exiliados y cosmopolitas, esta vuelta a Lima y a su pequeña clase media zozobrante, supuso también un cambio de registro narrativo.Sus personajes pasaron de la contemplación anímica y la memoria afectiva a la acción cotidiana y la agonía emocional. Y su estilo, de la delectación melancólica al hiperrealismo del lugar común.A diferencia de sus mayores, Ribeyro y Vargas Llosa, que habían representado a la emergente clase media como heroica uno y como patética el otro, Cueto asume la lección de Raymond Carver y el neorrealismo norteamericano que, para escándalo de los estetas, exploraba la humanidad banal de lo diario y demostraba que los sujetos de hoy están desnudos frente a las fuerzas trágicas de su suerte social mediocre.


La hora azul
Editorial Anagrama-Peisa, Lima 2005

Ambientada en la Lima de finales de los años noventa, La hora azul es la historia del doctor Adrián Ormache, un abogado próspero que vive en una zona acomodada de Lima, que, al morir su padre, conoce que estuvo a cargo de un cuartel, en la zona de Ayacucho, en la época de enfrentamientos entre el Ejército y Sendero Luminoso. Según Alonso Cueto, su novela, "un cuento de hadas al revés", es "una exploración en la maldad, en lo prohibido", pero también puede ser considerada como una reflexión sobre "aquellos momentos en que las zonas oscuras, postergadas y olvidadas afloran y reaparecen en nuestras vidas".





Alonso Cueto y La hora azul

Javier Ágreda


La República, Lima 07/01/06

Con más de una decena de libros publicados, el narrador Alonso Cueto alcanza su consagración internacional con "La hora azul". La novela obtuvo en España el Premio Herralde 2005.

Alonso Cueto ha definido su novela La hora azul como "un cuento de hadas al revés", pues en ella el protagonista, Adrián Ormache, exitoso abogado limeño con una vida bastante superficial y frívola, tiene súbitamente que enfrentar las consecuencias de las atrocidades cometidas por su padre, militar responsable de un cuartel en Ayacucho a mediados de los 80. Ese oscuro pasado se personifica en Miriam, adolescente que sin ningún motivo fue hecha prisionera y violada por el uniformado. La búsqueda, el encuentro y lo que sucede entre Adrián y Miriam son el eje de una historia llena de intrigas, secreto y giros inesperados.El dinamismo de una trama con muchos elementos del relato policial se conjuga con la variedad y diversidad de personajes (limeños y provincianos) y el valor testimonial de la historia, basada en un caso real. Con ese material Cueto pudo haber hecho una novela interesante y que además se constituyera tanto en un amplio retrato de la sociedad peruana como en una valiosa reflexión sobre la violencia política y su consecuencia en nuestra vida cotidiana. Y aunque el premio ganado por La hora azul en España parece indicar que esas cosas se lograron, como lectores peruanos no podemos ocultar cierta decepción.El principal problema de la novela es el exceso de descripciones, la tentación "costumbrista" siempre presente en la narrativa peruana. Cueto, en su afán de señalar las diferencias de clase entre los personajes, nos los describe detalladamente tanto en su aspecto físico, sus gustos y modales, como en los espacios en los que se desenvuelven. Así, la terrible brecha social queda reducida a oposiciones whisky-cerveza, servilletas-palillos de dientes, pisos alfombrados o de cemento. Por si eso fuera poco, los extensos diálogos apelan constantemente a muletillas y lugares comunes: "El pata ese Chacho está que almuerza con la señora... en mi delantito se lo dio".Desborde costumbrista En ese desborde costumbrista, los testimonios sobre los aspectos más terribles de la violencia van quedando postergados. El relato de las torturas realizadas en el cuartel ayacuchano ocupa menos de una página; y la relación entre Miriam y el comandante Ormache nunca es descrita, ni siquiera se nos dice cuánto duró (¿días?, ¿meses?). Los importantes temas planteados tampoco alcanzan el desarrollo esperado, principalmente porque el autor da prioridad a lo emotivo sobre lo reflexivo.No obstante estos reparos, hay que reconocer que Cueto es uno de los autores que con más responsabilidad y rigor trata de acercarse al difícil tema de la violencia política de las décadas pasadas.Mientras algunos escritores limeños comienzan recién ahora a abordarlo -con la superficialidad y efectismo de toda moda literaria-, Cueto viene trabajándolo desde Pálido cielo (1998). Ya en Grandes miradas (2003) logró resultados valiosos a partir de la documentación e investigación sobre historias reales aunque poco conocidas. La hora azul ratifica los logros de aquella novela, a la vez que ha significado la llegada del merecido reconocimiento internacional para su autor
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Con Sendero perdimos todos"

Fuente: La República, Lima 08/11/05

El escritor Alonso Cueto acaba de ganar el prestigioso Premio Herralde de Novela con su obra La hora azul (dotado de 18.000 euros (21.000 dólares). El jurado compuesto por Salvador Clotas, Juan Cueto, Esther Tusquets, Enrique Vila-Matas y el editor Jorge Herralde, decidieron premiar por unanimidad el libro del autor peruano."Me siento muy honrado porque esta es una editorial que siempre ha defendido la calidad de sus publicaciones", dijo Cueto en su casa de Miraflores. Recordemos que los últimos ganadores de este premio han sido Juan Villorio, Vilas-Matas y Roberto Bolaño, para citar algunos.

-¿Qué narra La hora azul?-

Cuento la historia de un abogado que vive en una zona acomodada de San Isidro, en Lima. Un día se entera de que su padre militar, ya muerto, estuvo a cargo de sesiones de torturas y ejecuciones extrajudiciales en Ayacucho durante los años del senderismo. También se entera de que en una ocasión tomó una prisionera y convivió con ella en el cuartel, hasta que un día ella escapó. El abogado se propone buscarla, y la llega a ubicar. A partir de allí corre el cuerpo de la novela.
-¿Cómo surgió La hora azul?
-Esta historia en realidad tuvo su origen en una conversación que sostuve hace algunos años con el periodista Ricardo Uceda. Él estaba preparando su libro Muerte en el Pentagonito y un día almorzando me contó, entre otras, esta historia. Se trata de una historia real. Los protagonistas de esta novela están vivos. También me sirvió una relectura de Nocturno hindú, de Antonio Tabucchi, en donde el protagonista vive toda una travesía buscando a una persona.

-¿Tu personaje incursiona en un mundo que ignora?
-Este es un libro donde el protagonista ingresa al reino de la maldad, donde hay violencia, y conoce a los sobrevivientes de esta guerra. Nunca se imaginó que existían.-La violencia que vivió el país ha nutrido esta novela.-Creo que uno de los dudosos privilegios de ser un escritor peruano es que vivimos en una realidad en la cual estamos rodeados de historias. Nuestra sociedad es tan fracturada, escindida en conflictos... Estos abismos sociales y culturales son una fuente de historias
.-¿El dolor invita a crear?
-En la vida de los individuos, las sociedades muchas veces tendemos a esconder el dolor o la muerte para poder continuar nuestro curso, pero en el fondo nunca podemos ocultarlos del todo, siempre el dolor, la muerte, los duelos, están allí, están viviendo con nosotros. "Siempre escribo sobre lo que me interesa"-Alguna crítica señala que los llamados escritores criollos solo miran el mundo miraflorino. -Mira, yo escribo sobre lo que a mí me interesa, lo que me importa, lo que me conmueve. Siempre ha sido así. Lo de la guerra de Ayacucho siempre me llamó la atención desde Pálido cielo, que es una novela que trata ese tema. De Ayacucho, aprecio su arte, su música, sus retablos y siempre he ido. Para esta novela hice viajes especiales.-
¿El informe de la Comisión de la Verdad te sirvió?
-Me sirvió de muchísimo. Cuando la CVR hizo la exposición de fotografías en Chorrillos, iba casi todos los días. Para esta novela hablé con mucha gente. Fui a entrevistar a Huanta. Un día me encontré con un taxista que había sido un oficial de la Marina y me habló de su labor en Ayacucho. Como ves, las historias, los personajes, están entre nosotros.-
¿Qué visión ofreces?-
Con la guerra de Sendero todos hemos perdido. Es una guerra que se ensañó especialmente con la gente más pobre, más humilde, quienes no tenían acceso a ninguna forma de defensa.











Zara y el librero de Bagdad







Fernando Marías nació en Bilbao el 13 de Junio de 1958. En 1975 se trasladó a Madrid, ciudad en la que vive desde entonces, para estudiar Cine en la Facultad de Ciencias de la Información. Montó una productora de vídeo, trabajó en publicidad y escribió guiones de series televisivas que prefiere olvidar (todas excepto Páginas ocultas de la historia).
Empezó a escribir en 1990. Su primera novela, La Luz Prodigiosa, ganó en 1991 el premio Ciudad de Barbastro, circunstancia que resultó esencial para animarle a continuar escribiendo. Es autor de otras novelas cómo: Esta noche moriré, Los fabulosos hombres película, El Niño de los coroneles, El vengador del Rif, La batalla de Matxitxako, La mujer de las alas grises, Invasor, Cielo abajo y El mundo se acaba todos los días.
Ha ganado, entre otros, el premio Nadal (2001), el premio Ateneo de Sevilla (2005) y el premio Nacional de Literatura infantil y juvenil (2006).
Como guionista de cine, ha escrito El segundo nombre junto a su director, Paco Plaza; y la adaptación de su novela La luz prodigiosa (Miguel Hermoso, 2002), que ha ganado numerosos premios internacionales.





El tratamiento que realiza el autor de los personajes los hace tan verosímiles que hasta demuestran sus debilidades y los errores que en ocasiones cometen, como cualquiera de nosotros. Y es que la trama de la novela es apasionante, tanto por su originalidad como por su riqueza y profundidad de los valores que transmiten -la generosidad, la empatía, la delicadeza, la lealtad, la amistad, el valor del pasado, la identidad propia, los derechos humanos, la interculturalidad, el saber escuchar,...-
La sipnosis
Un escritor frustrado recibe un e-mail con una invitación. Alguien le espera en el cementerio de la Florida para ofrecerle un manuscrito que puede interesarle. En él se relata una historia que culmina con las últimas y desconocidas palabras del poeta Antonio Machado; un mensaje que, a pesar del paso del tiempo, sigue teniendo plena vigencia, incluso para una adolescente de Bagdad. Una trama perfectamente estructurada, contada en primera persona, y capaz de entrelazar tres historias de diferente índole pero muy bien escritas y documentadas.

La emoción, el amor, los sentimientos aparecen a cada página, y el dolor también está presente. Las guerras, la muerte, las víctimas inocentes de las atrocidades del hombre son el trasfondo de este libro y cómo la calidad humana es capaz de superar estos acontecimientos y rehacer lo que parece terriblemente destrozado. Un libro que invita a la reflexión sobre la vida y la muerte; la muerte como olvido del ser que ha existido más que como la propia desaparición de lo físico; la muerte como engendro provocador de la infelicidad y el trauma incurable en ocasiones.

Zara y el librero de Bagdad es una novela valiente, un alegato contra las guerras y una luz de esperanza para aquellos lectores que sean capaces de reconocer, entre palabra y palabra, el verdadero valor que tiene el amor. Un libro para leer, releer y, sobre todo, tenerlo cerca, muy cerca de los jóvenes lectores que estén en nuestras casas, en nuestros barrios, en los colegios...

Zara y el librero de Bagdad fue galardonado con el Premio Gran Angular en su 30ª aniversario, y hay que saber que el 70% de los beneficios de su venta va a parar a la Campaña Mundial por la Educación.







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